Tratando de comprender, asimilar, escuchar, los distintos argumentos que uno u otro sector esgrimen validando sus posiciones. Haciendo el esfuerzo de ser lo más objetivo posible en el análisis. Quiero compartir públicamente algunas consideraciones referentes a este tema que tanto ruido ha generado en nuestro país. El proyecto de ley que reformaría el Código Civil para permitir igualar derechos ciudadanos.
Tengo que reconocer que personalmente, seguramente influenciado por mi condición de profesar la fe cristiana, proveniente de una familia profundamente arraigada en el catolicismo, aún no puedo definir con certeza mi posición.
Es que chocan en mi humanidad, pensamientos, sentimientos, distintos aspectos culturales que marcan la idiosincrasia de ser comunidad. Ésta, no se puede dejar al costado al tratar de comprender, al intentar ubicarse del otro lado desconocido, de la opinión diferente, de la realidad y de las situaciones diferentes.
A flor de piel intuyo que a lo mejor si tratamos de seguir debatiendo en profundidad y con argumentos sólidos y fuera de cualquier prejuicio, podríamos encontrar mayor consenso en un tema tan sentido y propio del ser humano, e incluso evolucionar en el pensamiento y en la razón de existencia propia de nuestra especie.
Haciendo un ejercicio mental, intentando establecer en qué nos perjudicaría como sociedad la aprobación de este proyecto de ley, pensando incluso que ya fuese ley, no encuentro demasiados argumentos. En realidad no veo ningún motivo que pueda entender como perjudicial a la convivencia social.
Pienso, pudiendo estar equivocado y no darme cuenta de otras cosas, que por más que exista una ley que permita -la unión civil; el matrimonio civil o como se lo quiera denominar- de dos personas del mismo sexo, no nos obliga a que en adelante tengamos que convertirnos en homosexuales para poder unirnos en matrimonio. El matrimonio heterosexual seguirá en vigencia, solamente se trata de incluir sin discriminaciones. Ante la ley todos los ciudadanos somos iguales y tenemos los mismo derechos.
Sigo pensando insisto, pudiendo estar equivocado, que no debemos confundir la unión sacramental en matrimonio de dos personas ó los votos cristianos que dos personas hacen ante Dios, con la unión en matrimonio civil. La primera es una opción de vida regida por tradición, por hábitos culturales propios de la fe que se profesa, por los dogmas de fe que se estipulen participando de esa condición religiosa. Esa es una opción para toda la vida, "...hasta que la muerte los separe" aunque en muchos casos la realidad nos demuestre lo contrario. La segunda, la que rige el Estado, es un contrato social básico al que cualquier ciudadano tiene derecho a acceder cualquiera fuere su condición social, política, religiosa, sexual, etc. etc. Y como contrato, se puede rescindir, modificar, abolir, establecer nuevos acuerdos. ¿Se entiende?
Observando la realidad podemos visualizar que contando con una ley de divorcio, que dicho sea de paso también generó una fuerte polémica, son pocos los divorcios que se realizan. Es más, cada vez son menos los matrimonios que se formalizan tanto civil como religioso. Por lo tanto, la existencia o no de determinadas leyes, no determinan hábitos o costumbres. Muchas veces nos enredamos en debates encarnizados por sentirlos fundamentales para tal o cual cuestión que la realidad después se encarga de demostrarnos que no lo eran tanto.
Me viene a la mente en este momento, algo que escribí hace un tiempo y que trataba sobre la importancia de trabajar el sí mismo, mi yo interior, para poder así proyectarme en el otro y desde esa concepción de mí mismo que yo quiera ver reflejada en el otro, construir el nosotros. Esto que puede parecer un enredo de palabras, es una concepción, un modo de ver el como abordar los nuevos paradigmas que nos propone el siglo XXI. Extracto una parte de ese escrito que puede aportar un argumento para tratar de reflexionar no solo sobre lo que estamos tratando de analizar, sino como un modo de ver nuestra existencia, con el objeto de contribuir al debate profundo y existencial que aún nos debemos en estos tiempos:
"... De poco sirve trabajar las múltiples definiciones que podríamos tomar sobre el otro, pues el modo de ver al otro se construye desde el sí mismo. Es en mí donde se construye la imagen del otro, ya como reflejo, ya como comprensión de mi ser en él, ya como exclusión, ya como objeto pasible de volcar en ese otro lo que quiera mi capricho, mi ambición, mis deseos de poder, de control, de dominación y de destrucción. Muy importante es entonces el punto de partida sobre el cuál construir nuestra realidad simbólica interna y externa respecto de nuestra naturaleza existencial y el vínculo con el sistema de vida que nos sostiene y nos “contextualiza”. En un tiempo que nos presiona sin descanso nunca más pertinente el siguiente planteo, que mantiene su vigencia más allá de las épocas y las generaciones. Son las preguntas que nos acompaña en la vida: ¿Qué soy yo? ¿Cuál es el sentido de mi vida? ¿Cuál es el ideal de mí mismo? ¿Cómo realizarlo?
Cuando los primeros sabios griegos proclamaban como el primer precepto de la filosofía el "conócete a ti mismo", recogían una profunda aspiración de todo ser humano en todo tiempo.
La pregunta por el sí mismo ha sido repetida, a través de la filosofía, con la misma ansiedad en todos los tiempos, pueblos y culturas. No sólo por los filósofos, sino por cada uno de los hombres y mujeres de nuestro presente. El ser humano siente el impulso de "conocerse a sí mismo" para poder orientarse a sí mismo y ser más sí mismo, especialmente para salir de la confusión. Y cada uno debe, a su manera, contestar a este interrogante, porque cada uno es quien se siente en último término afectado por este problema común.
Normalmente decimos del si mismo: "que es un pronombre reflexivo que aplicamos a todo hombre para significar que él es un individuo particular y distinto de los demás; es sí mismo y no otro. Si alguien deja de actuar por si mismo, decimos que está alterado, que está como siendo otro. El ser sí mismo implica ser dueño de sí, no sólo como distinto de los otros y único e irrepetible, sino como afirmación de que es señor de sí mismo y que es y actúa bajo su responsabilidad. ¿Cómo poder construir relaciones adecuadas desde valores superiores con los demás sin conocer y resolver este dilema que acompaña al ser humano desde siempre?
Ese núcleo central que reconocemos como mismidad cuando pienso, cuando siento, cuando intuyo, cuando razono se encuentra en general opacado y muchas veces sepultado en las estratificadas capas de enseñanzas inadecuadas a su destino y naturaleza, ahogado por creencias incorporadas sin fundamento por nacionalismos enfermos -apoyadas con el decir "No pienses sólo tienes que tener fe"-, ideologías dominantes que hipnotizan el discernimiento ya esclavizado por la exterioridad del consumo, por los reflejos de limitadas teorías que suponen verdades absolutas cuando no lo son, confundidos en la lucha de diferentes ideas de Dios que apoyan a unos en contra de otros, en representantes de los pueblos que juran servirlos frente a Dios y luego destruyen el bien común y privado, conviviendo con múltiples niveles y grados educativos que se encuestan y clasifican en ABC y más categorías, en sistemas represivos que no respetan derechos humanos, en tiranías que son aplaudidas por intelectuales de izquierda y derecha, en fundamentalismos contra el pensamiento único volviéndose ellos pensamiento único de tanto cerrase en su pensar, en desconocimiento de la vida cósmica que nos alberga que nos sostiene y a la cual debemos respetar y darle sustentabilidad parando de degradar el medio ambiente que dejamos a nuestras generaciones futuras.
El mayor peligro de ahogo del Sí Mismo es la polución de su medio ambiente psicológico, político, ideológico, religioso y social. No es poca cosa la que le espera al Sí mismo en su lucha por llegar a ser, momento desde el cual puede con su nueva luz de una verdad más amplia reconocer al otro y quizás juntos construir ese Nos-Otros."
Muchas gracias por haberme permitido este contacto que solo pretende ser un aporte más que ayude al debate que como sociedad nos debemos dar para transformar la realidad que nos aleja de la realización personal y comunitaria que todos anhelamos.