En estos días se ha instalado nuevamente en Rafaela, al
menos desde la cobertura de algunos medios de comunicación, un recurrente tema
que cíclicamente aparece como uno de los que no termina nunca de resolverse.
Vemos como se desencadena una genuina defensa gremial tratando de fortalecer el derecho del trabajador a su merecido descanso. Vemos también la defensa empresaria de fortalecer el libre comercio y dar respuesta a la demanda de clientes propios y posibles. También nos encontramos con la visión teológica y pastoral en defensa del descanso dominical.
Podríamos seguir enumerando distintos puntos de vista como expresiones a favor o en contra de cada una de las posturas. Pero intento, desde mi humilde parecer, aportar algunos interrogantes que espero funcionen como disparadores de un debate comunitario que, como en temas como el que nos ocupa -que modifican hábitos y costumbres- y con la subjetividad de cada opinión, sirva para propiciar un acuerdo social que contemple nuestras pautas de convivencia comunitaria en estos tiempos.
Parto de mi personal punto de vista que es compartir con la visión teológica que postula el día domingo como el día del descanso y del compartir familiar y comunitario. Éste, también es parte de la lógica de la defensa gremial. Por lo tanto, parto coincidiendo con algunas de las posturas que se han difundido.
Al mismo tiempo, analizando muchas de las actividades laborales en las que esto no se cumple, actividades que se podrán entender como excepcionales, actividades que en estos días de descanso se desarrollan con total normalidad en muchas otras ciudades, que muchas veces solemos visitar en estos días cuando nos encontramos disfrutando de los descansos dominicales o de feriados, me producen ciertos cuestionamientos que creo son importantes reflexionar ya que seguramente podrán identificarse con otras opiniones al respecto.
¿Qué hacemos en estos casos cuando nos encontramos en situaciones como las descriptas? ¿No entramos en estos comercios porque somos coherentes con nuestra defensa al descanso dominical?
¿Por qué se justifica medio día de trabajo si estamos hablando de derecho al descanso dominical y/o al feriado -local, provincial o nacional-? ¿Los que trabajan en esos casos, no son trabajadores que lo merecen también?
¿Debe entenderse además que existe el derecho a trabajar cuando se crea conveniente responder a una demanda justificada? ¿Es justificable responder a la demanda consumista?
¿No se cultiva el ocio familiar visitando lugares en que se encuentran trabajadores atendiendo para ello? ¿Hay actividades que pueden servir para ello que justifican que sus trabajadores se vean impedidos de disfrutar lo mismo?
Si esos días excepcionales se pagan legalmente -al 100%- si son realmente voluntarios -a decisión del trabajador- si se contratan otros trabajadores que de otro modo no tienen oportunidad de trabajo… ¿se debería contemplar esas situaciones y permitirlas?
De no permitirse o acordarse y de todos modos se desarrollan igual, respetando todas las leyes laborales y comerciales que rijan, ¿se pueden impedir si responden a reales intereses de usuarios y consumidores?
Por último, si es solo uno el comercio que rompe con los acuerdos, hábitos y costumbres pautadas previamente, ¿se justifica que los otros comercios pretendan hacer lo mismo dejando de lado lo acordado? ¿No sería suficiente promover acciones de toma de conciencia para involucrar a la comunidad y sea ésta la que castigue esas conductas “desleales” no concurriendo a esos lugares? ¿No será que todas estas preguntas las deberíamos haber contestado antes de autorizar y propiciar inversiones de este tipo?
Personalmente quisiera que los almacenes, las verdulerías, los pequeños comercios barriales y familiares sigan existiendo, pero eso… hace rato dejó de ser parte de nuestra realidad y cotidianeidad comunitaria.
Vemos como se desencadena una genuina defensa gremial tratando de fortalecer el derecho del trabajador a su merecido descanso. Vemos también la defensa empresaria de fortalecer el libre comercio y dar respuesta a la demanda de clientes propios y posibles. También nos encontramos con la visión teológica y pastoral en defensa del descanso dominical.
Podríamos seguir enumerando distintos puntos de vista como expresiones a favor o en contra de cada una de las posturas. Pero intento, desde mi humilde parecer, aportar algunos interrogantes que espero funcionen como disparadores de un debate comunitario que, como en temas como el que nos ocupa -que modifican hábitos y costumbres- y con la subjetividad de cada opinión, sirva para propiciar un acuerdo social que contemple nuestras pautas de convivencia comunitaria en estos tiempos.
Parto de mi personal punto de vista que es compartir con la visión teológica que postula el día domingo como el día del descanso y del compartir familiar y comunitario. Éste, también es parte de la lógica de la defensa gremial. Por lo tanto, parto coincidiendo con algunas de las posturas que se han difundido.
Al mismo tiempo, analizando muchas de las actividades laborales en las que esto no se cumple, actividades que se podrán entender como excepcionales, actividades que en estos días de descanso se desarrollan con total normalidad en muchas otras ciudades, que muchas veces solemos visitar en estos días cuando nos encontramos disfrutando de los descansos dominicales o de feriados, me producen ciertos cuestionamientos que creo son importantes reflexionar ya que seguramente podrán identificarse con otras opiniones al respecto.
¿Qué hacemos en estos casos cuando nos encontramos en situaciones como las descriptas? ¿No entramos en estos comercios porque somos coherentes con nuestra defensa al descanso dominical?
¿Por qué se justifica medio día de trabajo si estamos hablando de derecho al descanso dominical y/o al feriado -local, provincial o nacional-? ¿Los que trabajan en esos casos, no son trabajadores que lo merecen también?
¿Debe entenderse además que existe el derecho a trabajar cuando se crea conveniente responder a una demanda justificada? ¿Es justificable responder a la demanda consumista?
¿No se cultiva el ocio familiar visitando lugares en que se encuentran trabajadores atendiendo para ello? ¿Hay actividades que pueden servir para ello que justifican que sus trabajadores se vean impedidos de disfrutar lo mismo?
Si esos días excepcionales se pagan legalmente -al 100%- si son realmente voluntarios -a decisión del trabajador- si se contratan otros trabajadores que de otro modo no tienen oportunidad de trabajo… ¿se debería contemplar esas situaciones y permitirlas?
De no permitirse o acordarse y de todos modos se desarrollan igual, respetando todas las leyes laborales y comerciales que rijan, ¿se pueden impedir si responden a reales intereses de usuarios y consumidores?
Por último, si es solo uno el comercio que rompe con los acuerdos, hábitos y costumbres pautadas previamente, ¿se justifica que los otros comercios pretendan hacer lo mismo dejando de lado lo acordado? ¿No sería suficiente promover acciones de toma de conciencia para involucrar a la comunidad y sea ésta la que castigue esas conductas “desleales” no concurriendo a esos lugares? ¿No será que todas estas preguntas las deberíamos haber contestado antes de autorizar y propiciar inversiones de este tipo?
Personalmente quisiera que los almacenes, las verdulerías, los pequeños comercios barriales y familiares sigan existiendo, pero eso… hace rato dejó de ser parte de nuestra realidad y cotidianeidad comunitaria.