Sin lugar a
dudas, a riesgo de equivocarme, decir que uno de los principales derechos que
nos permite desarrollar el sistema democrático -muchas veces mal utilizado por
cierto- es el de poder expresarnos, el de poder manifestarnos en total y
absoluta libertad.
Aunque existen
muchas opiniones periodísticas, políticas y sociales que expresan lo contrario,
nos damos cuenta que muchas de esas afirmaciones son contradictorias en sí
mismas ya que se proclaman diciéndose cualquier barbaridad o exhibiéndose
gruesos exabruptos gestuales y expresándose improperios verbales o escritos. Y
todo esto, aseverándose que en este país no existe libertad para expresarse.
Las nuevas
Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, difundidas como las TICS,
nos permiten concreta y casi masivamente acceder a este derecho y éste es
ejercido en absoluta libertad. A esto quiero referirme puntualmente con esta
nota de opinión. Lo hago desde la formulación de algunos interrogantes que como
tales demuestran inquietud sobre algunos modos de participación en medios
escritos, aportando para la reflexión y haciendo uso de ese derecho que motiva
este comentario.
Trato de
fundamentar mi observación desde esa misma libertad. Existiendo y estando
garantizado constitucional y legalmente este derecho -ya nadie va preso y no es
delito opinar aún calumniando e injuriando- ¿qué sentido tiene entonces participar
comentando notas en aquellos medios de comunicación que lo permiten escondidos
en seudónimos? ¿Por qué muchos participantes desde ese anonimato se dedican a
insultar, agraviar, adjetivar a la persona de quienes sí se identifican, más
que a opinar y debatir el contenido de lo publicado? ¿Podríamos calificar a esta
conducta como una lamentable confirmación de incultura ciudadana? ¿Deberían los
Medios que permiten esta posibilidad de participación exigir real acreditación
de identidad a sus lectores-comentaristas?
Si bien esta
observación la podríamos generalizar como práctica común a la gran mayoría de
los Medios de Comunicación y en todo el mundo, al menos en sus versiones
on-line, no por ello debemos aceptarlo como algo inmodificable o no pasible de
correcciones.
Desde mi acotado
entendimiento, una manera de bajar el alto nivel de violencia verbal ejercida
en estas participaciones podría lograrse al exigirse una fehaciente
acreditación documentada a los lectores. ¿Qué necesidad hay de esconderse en
seudónimos cuando está garantizada la libertad de expresión? Si no te gusta la
opinión del otro, si necesitas injuriar, ofender, calificar, hazlo, si piensas
que es lo correcto, nada te lo impide, pero hazlo con tu identidad verdadera. Se
permitiría así replicar en igualdad de condiciones y a conocer quienes son los que
necesitan opinar agraviando, se le daría entidad al debate y posibilidad de algún
intercambio más personalizado. ¿Se entiende?
Al permitirse estas
participaciones anónimas se seguirán fomentando y se incrementarán conductas
violentas que nada aportan a una sana convivencia comunitaria. De este modo
también se ejerce violencia y corrupción y no se aporta positivamente al
crecimiento cultural armónico y de respeto al otro.
También quiero
expresarme sobre la interpretación que muchas veces se le da o entendemos por
corrupción. Muchos medios al informarnos hablan de ella haciéndolo generalmente
desde la acusación directa y refiriéndose casi siempre como algo inherente solo
a la función pública o la militancia política. Desinformar, tergiversar, manipular
la información -entre tantos otros hábitos y costumbres- también es corrupción
y debería denunciarse con el mismo empeño y firmeza. También lo es, permitir
expresiones desde el anonimato o desde la generalidad del “todo vale”.
Quiero
transcribir textualmente el significado que el diccionario de nuestra lengua atribuye
a las palabras corrupción y corromper. Luego de analizar cada definición
conceptual de estas palabras, dejo librado a la inteligencia y capacidad
intelectual de cada lector, la interpretación del contenido que quise imprimirle
a esta nota al opinar sobre libertad de expresión, anonimato y corrupción.
CORRUPCIÓN:
1.- Acción y efecto de corromper.
2.- Alteración o vicio en un libro o
escrito.
3.- Vicio o abuso
introductorio en las cosas no materiales. Corrupción de costumbres, de voces.
4.- En las organizaciones especialmente públicas,
práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en
provecho, económico o de otra índole, de sus gestores.
CORROMPER:
1.- Alterar y trastocar la forma de algo.
2.- Echar a perder, depravar, dañar, pudrir.
3.- Sobornar a alguien con dádivas o de otra manera.
4.- Pervertir o seducir a alguien.
5.- Estragar, viciar. Corromper las costumbres, el
habla, la literatura.
6.- Incomodar, fastidiar, irritar.
7.- Oler mal.