Por Gonzalo Arias *
El 37% de los argentinos que está en condiciones de votar este año
tiene entre 16 y 34 años. Entre ellos la tecnología abrió una grieta
generacional insuturable. No es la grieta ideológica política que Jorge
Lanata adjudico al kirchnerismo, y que publicitariamente el periodismo
argentino adoptó para hablar de una época histórica, el presente. Esta
grieta sí es ideológica, si tenemos en cuenta una definición básica de
ideología como una cosmovisión de la vida, un conjunto de ideas que
ordena nuestros pensamientos y que nos revelan valores y sentidos del
mundo social.
El hecho de contar con un Smartphone desde la secundaria, o incluso
desde los últimos años de la escuela primaria (12 o 13 años), que desde
el aula mantiene a los estudiantes online con el resto de sus amigos,
modifica hábitos de educación. El aula como ámbito de control, en la que
el foco de legitimidad respecto a la educación (el que sabe) era el
docente, pasa a competir con amigos, con familiares o directamente con
Google, que responde cualquier pregunta de nuestras vidas al instante.
Sin duda que este 37% del padrón no es un grupo homogéneo. Entre ellos,
los más “viejos”, es decir los de 30 a 34 años accedieron a una
computadora allá por 1994. Claro está que, sin internet, y con una
memoria RAM 100 veces más lenta que la que lleva una PC promedio hoy. El
mundo para los niños y adolescentes de los ´80 y principios de los ´90
llegaba hasta 5 cuadras a la redonda de su casa. Hoy un adolescente
recorre Medio Oriente con Google Maps y “camina” por las calles de Moscú
con Google Street View.
Pero los argentinos entre 16 y 34 años comparten el hecho de haber
nacido en democracia (1983). ¿Es acaso un significante que valoran? El
recuerdo de la convertibilidad, el corralito o las jornadas de diciembre
de 2001 no tienen tanto peso para la generación más joven que votará
este año. Sí, los nacidos en 2001 están cumpliendo 16 años (son 14,4%
del padrón), y votarán. Está claro que a ellos no se les llega
emocionalmente con un mensaje, al fiel estilo kirchneristas, de “¿cómo
estabas antes (2001), y como estas ahora (2015)?”, o con las historias y
actores del pasado. El FMI, Cavallo, Menem, default y 1 a 1, quizás no
significan nada para ese 14,4%. Pero tampoco se les llega con
instituciones arcaicas que para un joven de 16 años, poco hacen a su
vida cotidiana. Es el fin de “con la democracia se come, se cura y se
educa” de Raúl Alfonsín. Hoy esas tres actividades en la vida de los
menores de 34 años las asiste el móvil. Días pasados simpatizantes del
gobierno de Mauricio Macri, se “autoconvocaron” por redes sociales. La
fecha escogida fue el 1 de Abril. No era el aniversario de la República
ni la Democracia, aunque sí fueron los motivos, que muchos señalaron, de
por qué se congregaron a Plaza de Mayo. El día no fue aleatorio: fue un
sábado. El día en que los trabajadores no trabajan. Si hubiese sido un
día laborable, el carácter de la marcha habría sigo para muchos
ilegitimo. Pero allí estaban los trabajadores, los que pedían por la
República y la Democracia, un sábado. Para muchos medios de comunicación
uno de los aspectos visiblemente común en los manifestantes fue su
edad. Estaba claro que predominó la gente mayor a los 34 años. Quizás
mayores a 50.
Esta elección tiene un desafío comunicacional muy importante: ¿Cómo
llegamos a ese 37% del padrón? ¿Los divertimos, los asustamos, los
interpelamos exigiéndole que se involucren más en política? Quizás es
tiempo de escucharlos, de preocuparnos por lo que realmente les
interesa. Su vida no se fundamenta en morir por una causa, y menos si es
política. Pero por ello no dejan de tener sueños, proyectos y demandas
legítimas.
* Sociólogo. Autor del libro Gustar, ganar y gobernar. Cómo triunfar en el arte de convencer. Aguilar 2017